Este
texto es una de aquellas lecturas inevitables que recuerdan a otras, y en lo
personal, no pude evitar pensar en Farenheit 451 concretamente en lo que
hace a la clandestinidad de la lectura.
El
que dicha prohibición radicara en los contenidos que a partir de ese momento
serían de más fácil acceso a los lectores, trajo como consecuencia un
acercamiento masivo y sin tantos controles restrictivos, fomentando la
curiosidad y morbo de los lectores, quienes también se transformaron en ávidos consumidores
de textos que les permitieran el ingreso a un mundo hasta ahora desconocido.
La
dinámica prohibicionista del Estado en la difusión de libros que consideró profanos
resultó ser prácticamente la misma que empleó para sus prohibiciones generales;
así que en realidad lo verdaderamente interesante de este texto es una vez más
las formas empleadas para su distribución, aspectos que además normalmente no
suelen ser apreciados o ni siquiera pensados.
Cuando
el autor nos dice que uno de los elementos más importantes en esta distribución
clandestina de libros, era la confianza, uno supondría que precisamente por ello
y a pesar de la necesidad de distribución, los editores y libreros en general
tenían un mercado conformado por personas de intachable conducta, con cierta
solvencia económica y que se caracterizaba por su discreción.
Luego
entonces, resulta un tanto irónico el encontrar historias en las que aparecen “mediadores
de ventas” que embaucaron con tremenda facilidad a los libreros, aunque el
texto lo que refleja desde luego es la necesidad de los libreros para difundir
su material.
Esta
pequeña anécdota me ofrece a título personal una pequeña reflexión: los libros
tampoco se salvan de las estafas.
Pasando
a otro tema, me resulta un tanto curioso que los géneros más buscados y
solicitados tuviesen que ver con política, en contra de la religión y hasta “obscenos”
(este último desde luego muy subjetivo y acorde al contexto histórico) ello sin
duda nos muestra un evidente reflejo de las necesidades y preferencias reales
de los lectores, pues no existía propiamente un deseo de conocimiento masivo y expansión
de mentes.
Lo
que ocurrió en realidad, fue que las personas descubrieron la oportunidad de
recibir “material candente” que alimentara su curiosidad, pero que
representaba también una nueva forma para manifestarse y empaparse un poco con
las nuevas ideas rebeldes que por din habían conseguido plasmarse y
distribuirse de manera masiva, en comparación y proporción a la época de
códices y manuscritos.
Desde
luego el que parte de los libros más solicitados contuviesen información que
iba en contra de las ideas y doctrinas religiosas, nos habla de la necesidad de
un número importante de individuos que ya no se sentían satisfechos ni
convencidos con la dogmática religiosa, sino que ahora cuestionaba a las mismas,
lo que además desencadenaba la generación de nuevas ideas y búsqueda de
respuestas variables y satisfactorias.
Repasando
por este periodo histórico, podemos constatar que el sensacionalismo no
es un género reciente, el texto de Robert Danton nos indica como otro de los
temas más solicitados a los libreros eran aquellos que rebelaban los oscuros
secretos del gobierno, específicamente en el manejo penitenciario; la serie de
detalles que aparentemente eran descritas en los textos provocaba el jugueteo
con el morbo e incrementaba el pedido de esta clase de libros.
Esta
ruta clandestina en el comercio de libros prohibidos nos invita a reflexionar y
aterrizar el hecho de que su venta no se trató siempre de situaciones glamorosas
y cómodas, o que la venta de libros una vez que apareció éste, representó la
expansión masiva del conocimiento e información reservada, y que los lectores
aguardaban expectantes la inmersión a lo desconocido.
Para
empezar, conocer el conflicto económico al que se enfrentaron los editores en
la venta y distribución del material, considerando que cuando se trataba de
textos con contenido prohibido, el costo generado por el establecimiento de una
ruta clandestina y con todo lo que ello implica, aumentaba exponencialmente los
gastos generados, y desafortunadamente no podemos hablar de una recuperación inmediata,
mucho menos de ganancias, pues recordando una vez más el texto aquí comentado (Edición
y subversión, literatura clandestina en el antiguo régimen) la historia de Mouvelain
es solo una muestra de incontables mediadores de ventas a quienes les eran
enviados los libros de forma constante y en cantidades relativamente
importantes, pero cuyo cobro (cuando se conseguía) ni siquiera llegaba a manos
de los libreros.
Así
que como el mismo texto indica, los peores enemigos de los libreros en estas
ventas clandestinas, no era ni siquiera la policía, sino esos mediadores de
ventas quienes a su vez encontraban su oportunidad perfecta de estafa; o
los compradores morosos que recibían el producto, pero no lo pagaban.
Esta
dinámica de venta nos obliga quizá a preguntar entonces ¿por qué seguían
concediendo créditos hasta su imposible sostenimiento? ¿Por qué no suspender el
envío de libros al menos desde el primer o tal vez el segundo retraso? ¿qué es
con exactitud lo que motiva a los libreros a seguir financiando esta
clandestinidad? Por supuesto la idea de ganancia económica queda por completo
descartada, y este texto no parece resolver nuestras dudas, al menos de forma
satisfactoria.
Es
posible quizá, que dada la atmósfera novedosa que provocó la aparición del
libro y la facilidad que ofrecía para la distribución de contenidos, representara
ahora sí una nueva oportunidad de manifestarse y revelarse contra todo lo
impuesto por los que estaban a cargo del gobierno, y los que estaban a cargo
del pensamiento (iglesia) por ello la importancia de plasmar textos que fuesen
en contra de lo que dictaban las buenas costumbres y las ideas “correctas”, si
ello ofrecía cierta movilidad de pensamiento y cuestionamiento por lo que
largas tradiciones educativas habían impuesto; entonces era posible considerar que
textos diferentes, y que la prohibición hacía atractivos, diera paso también a
una nueva generación de pensadores, no de mentes brillantes que cambiarían al
mundo con una sola idea, sino de los que buscarían la mejora en la
cotidianeidad y desde la simpleza de lo común.
excelente reflexión, me pareció muy interesante lo que comentas acerca de la espera de los lectores o compradores de libros por proveerse de materiales que les permitieran adentrarse en lo desconocido, ávidos de noticias y de acontecimientos sensacionales… ¿pudiste leer el capítulo sobre la imprenta al otro lado de la frontera?, es bastante interesante también todo el asunto de la forma en que estaba organizado el trabajo y cómo era la cultura del trabajo en la época, en específico en un negocio de este tipo
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